La historia de Leo, escrita por su madre, Stacey
Stacey nunca olvidará el día en que se enteró de que su segundo hijo, Leo, no nacería vivo. Ella honra su memoria hoy al enseñarles a otros futuros padres en su comunidad sobre la muerte fetal.
El 12 de abril salí del trabajo, donde me desempeño como enfermera de salud pública, para ir a un chequeo con mi obstetra. Con 30 semanas de embarazo, me empapé de sol, con los brazos abiertos, pensando que en dos meses conoceríamos a nuestro segundo hijo, Leo. Qué día maravilloso.
Como nuestro primer hijo había nacido sano, fui a mi chequeo de rutina sola, ya que no vi la necesidad de que mi marido fuera a todas las citas.
“Todo va perfecto. Tus mediciones van de acuerdo a la fecha prevista”, dijo el médico. Luego agarró el Doppler portátil, un dispositivo para chequear los latidos del corazón de Leo. Recostada allí, no me sentía muy ansiosa hasta que él fue a buscar otro Doppler para chequear los latidos.
“¿Has estado sintiendo al bebé moverse?”, me preguntó.
Esa fue la primera vez que alguien en ese consultorio me había hecho esta pregunta. “Creo que sí. No creo que esté muy activo, pero lo he sentido moverse”, dije yo.
“Esto no se ve muy bien. Tendremos que mandarte a hacer una ecografía”. Estas fueron las últimas palabras que el médico me dijo.
Agarré mis cosas y me fui. Pude contenerme lo suficiente para mandarle un mensaje a mi esposo para que se encontrara conmigo en el hospital más cercano, que era justamente el hospital donde él trabajaba como enfermero titulado. No me acuerdo de cómo llegué al hospital, pero mi esposo me encontró en mi auto, con la puerta medio abierta. Yo tenía la cabeza apoyada en el volante y estaba llorando.
Más tarde, en la sala de ecografía, nos dijeron que nuestro segundo hijo, Leo, ya no estaba vivo. ¿Cómo me podía estar pasando esto? Soy enfermera titulada. Les enseño a las mujeres qué esperar del embarazo y todo sobre la vida con un recién nacido. ¿Cómo perdí el mío? Esa noche, me hice la promesa de no permitir jamás que esto le pase a otra familia conocida.
Dos días después, nuestro Leo nació sin vida en una sala ubicada a unos pocos pasos de donde había nacido vivo su hermano mayor un poco más de un año atrás. Leo era pequeño, pero perfecto para mí.
Lo más difícil que he tenido que hacer en la vida fue dejar a Leo y salir hacia el mundo, donde todo parecía volver a la normalidad muy rápido. En ese momento, parecía que él había quedado en el olvido. ¿Cómo iba a seguir yo sin nuestro bebito? Muy poco tiempo después, me di cuenta de la generosidad y la amabilidad sincera de la gente. Esas mismas personas me ayudan hoy en día a expresarme en mi comunidad para ayudar a prevenir las muertes fetales.
En el departamento de salud local implementamos “Count the Kicks (En inglés)”. Se alienta a cada paciente del centro médico que esté embarazada a que preste atención a los movimientos de su bebé y que consulte al médico cualquier cosa que la preocupe. También tuve el privilegio de enseñarles a las enfermeras de los departamentos de salud de los cuatro condados en mi comunidad
Creo que Leo fue un regalo: un regalo para que yo vea un panorama más amplio de la vida. Le dio a nuestra familia un propósito más profundo de lo que podríamos haber tenido sin él. Cada día nos damos más cuenta de que Leo continúa siendo parte de nuestras vidas. Me ha enseñado sobre la gratitud más de lo que alguien o algo podrían haberlo hecho. Estoy agradecida por nuestro Leo, nuestro segundo hijo que me enseñó a apreciar cada día que se me ha dado.
Los CDC quieren agradecerle a Stacey por compartir su historia familiar.