La historia de Milan, contada por su madre, Karina
Karina sufrió la desoladora muerte de su hijo, Milan, durante el embarazo. Ella relata su nacimiento y el entusiasmo que siente por ayudar a que otras familias no pasen por el mismo dolor que sufrió su familia.
Mi bebé murió adentro de mi cuerpo. Al principio no me había dado cuenta de que Milan había muerto: era un pensamiento demasiado horrible como para permitirlo en mi conciencia. Al día siguiente, mi partera intentó escuchar los latidos de su corazón. Sabíamos que algo estaba mal, pero todavía no lo creíamos. Yo había estado sana durante todo mi embarazo y este era el segundo, después de un primer embarazo perfecto y un parto natural exitoso. Había visto a un médico durante toda mi atención prenatal. Habíamos hecho todas las pruebas y ecografías habituales. Tanto el médico como la partera principal pensaban que todo estaba bien, pero ninguno de los dos me había alentado a que prestara atención a los movimientos de mi bebé. Si hubiera vigilado los movimientos de mi bebé diariamente, estoy segura de que habría notado un cambio y tenido la oportunidad de salvar su vida. En lugar de eso, cuando no pudimos encontrar los latidos, fui al hospital, rogándole a Dios a lo largo de todo el camino.
Estaba en una habitación con mis dos parteras, mi esposo, una enfermera y un técnico de ecografía. Había un silencio abismal mientras buscaban los latidos. No pudieron encontrar nada. Mis seres queridos se abalanzaron a mi alrededor mientras yo lloraba, repitiendo una y otra vez “¡Dios mío!” Estaba con 39 semanas de embarazo y no iba a quedarme con mi bebé. Tenía miedo, pero sabía que tenía que dar a luz o también arriesgaría mi vida.
Al día siguiente, me indujeron y di a luz naturalmente. Aprecié dar a luz en casa con personas que me querían y me trataban con gran bondad, parteras en las que yo confiaba incondicionalmente, y un marido que me contaba chistes e historias para distraerme de las contracciones dolorosas, aun cuando su propio hijo muerto estaba naciendo. Mi marido me sostuvo mientras yo pujaba al bebé. Cuando Milan salió, tuvieron que desenmarañarlo porque estaba muy enredado en el cordón umbilical. El cordón iba desde su panza hasta el cuello, daba una vuelta completa alrededor del cuello, bajaba por la espalda hasta las piernas y alrededor de su torso blando. El bebé había cortado su suministro de oxígeno al descender para nacer.
Y ahí estaba, tan hermoso. Milan pesó siete libras y una onza. Se sentía tibio por haber estado adentro mío y parecía que estaba durmiendo. ¿Se abrirían sus ojos? Todos lloraban silenciosamente mientras yo lo arrullaba, encantada con sus rasgos delicados. Lo enterramos al día siguiente. Hoy en día, hemos tenido otro hijo, mi bebé arcoíris llamado Phoenix, quien me da mucha alegría. También trabajo con una organización dedicada a la prevención de la muerte fetal y de la muerte del lactante, para ayudar a que los padres eviten pasar por el mismo dolor que nuestra familia sufrió.
Los CDC quieren agradecerle a Karina por compartir su historia familia.