La historia de Miles, escrita por su madre, Meghan

Meghan y su familia perdieron a su hijo, Miles, durante la semana 40 del embarazo. Actualmente, Meghan alienta a los demás a hablar sobre sus pérdidas, compartir sus experiencias y educar a otras personas.

Miles%26rsquo; story, written by his mother, Meghan

En el 2011, mi esposo y yo nos enteramos de que íbamos a tener a nuestro segundo bebé. Ya teníamos un hijo vivaz de dos años de edad, Oliver, y estábamos muy contentos con la posibilidad de darle un hermanito o hermanita. En el caso de Oliver, mi embarazo fue muy sano; por eso, no teníamos motivos para preocuparnos con el segundo.

Si bien tuve los síntomas comunes del embarazo, como náuseas y dolor de espalda, el segundo embarazo iba bien. Tomaba todas las precauciones normales —comía bien y tomaba mis vitaminas—, al mismo tiempo que perseguía a Oliver por toda la casa (lo cual, para mí, cuenta como ejercicio). Nos dijeron que íbamos a tener otro niño. La búsqueda del nombre perfecto estaba en marcha.

En mi cita de rutina una semana antes de la fecha de parto, dije que me parecía que mi bebé se estaba moviendo menos. Escuchamos sus latidos, que eran fuertes. Mi partera me explicó que el bebé estaba cambiando de posición, lo cual podría explicar el cambio que estaba percibiendo. Ella me aconsejó que tratara de no preocuparme, pero que le avisara si algo cambiaba. A la semana siguiente, varias veces sentí como que estaba empezando el trabajo de parto. Mi hijo estaba activo y yo sentía como que estaba tratando de descender. Sin embargo, las contracciones nunca llegaron a corresponderse con las pautas estándar para ir al hospital. Como la fecha de parto se iba acercando, yo estaba muy entusiasmada por la llegada de nuestro bebé. Teníamos todo listo para él. Oliver estaba leyendo libros todas las noches sobre lo que es ser un hermano mayor y cargaba un muñeco bebé para prepararse.

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La noche anterior a nuestra cita de 40 semanas, le comenté a mi esposo que ese día no había sentido mucho al bebé. No obstante, no tenía ningún buen método para comparar. ¿Cuánto menos? ¿Cuánto tiempo pasó exactamente desde que pateó? Estaba preocupada. Busqué en Internet con la esperanza de encontrar respuestas y consejos. Como sabía que tendría mi cita en unas horas, esperé a sentir algún movimiento. Luego, me convencí a mí misma de que estaba exagerando y me fui a dormir.

Al día siguiente, no pudimos encontrar latidos. Una ecografía confirmó que nuestro hijo, Miles Fergusson, falleció en algún momento durante la 40.a semana de mi embarazo. Más tarde nos dijeron que murió debido a un accidente del cordón umbilical. Tenía un cordón nucal, lo cual significa que el cordón umbilical estaba enrollado alrededor del cuello. También nos dijeron que era raro que ocurriera. Aun si los médicos hubieran sabido que el cordón estaba enrollado, no se podría o habría hecho nada distinto en el manejo de mi embarazo.

A menos que uno haya vivido este tipo de pérdida, es imposible imaginar lo que se siente. El dolor es primitivo, descarnado e insoportable. Indescriptible, realmente.

Hoy en día, hago todo lo posible para alentar a los demás a hablar sobre sus pérdidas pues resulta ser que nuestra experiencia no es tan rara. Todas las madres deberían estar al tanto del riesgo de muerte fetal y se les deberían informar las medidas que podrían reducir este riesgo. En nuestro último embarazo, vigilé atentamente los movimientos y la actividad del bebé. Esto me ayudó a reducir mi ansiedad acerca de una pérdida subsiguiente y fomentó mi conexión con nuestra próxima hija, nuestra bebé arcoíris, Misa Renè.

 

Los CDC quieren agradecerle a Meghan por compartir su historia familiar.